Hace tiempo participé en un concurso organizado en un grupo de Facebook. La dinámica era sencilla. Propusieron una foto y esa foto "debía aparecer" en algún lugar del relato. El relato debía ser erótico (aunque con el protagonista elegido es fácil imaginarse algo erótico jur jur jur). Posteriormente organizaron otro y la temática debía ser romántica ya que era en fechas de San Valentín.
Yo tuve la suerte de ganar los dos. No porque fueran los mejores, ni muchísimo menos, ni porque yo sea escritora, dios me libre. Yo solamente intenté crear unas historias más o menos coherentes y más o menos sin faltas de ortografía (seguro que alguna hay). Y fueron los más votado. Quizás porque me conocían y les caía en gracia o quizás porque realmente fueron los que más les gustó. Eso nunca lo sabré. Del primer relato eran 3 capítulos. Aquí hoy os dejo el primero. Espero que os guste como para atreverme a publicar los dos siguientes.
CAPITULO 1
Abrí los ojos lentamente
y el sol que inundaba la habitación hizo que los cerrase otra vez
mientras un gemido de protesta se escapaba de mi garganta. El otoño
había llegado con fuerza pero parecía que hoy nos iba a dar una
tregua. Muy despacio intenté abrirlos de nuevo. Desde la cama vi el
polvo en suspensión que se veía brillar con los destellos del sol
en la contraluz de la ventana. Se movían constante pero lentamente,
como con melancolía. Eso me recordaba perfectamente a mi estado de
ánimo. En unas horas iba a coger un avión que me iba a alejar de
allí para siempre. No volvería a ver el sol entrar por esa ventana,
no volvería a oírle canturrear en la ducha mientras yo me
desperezaba en esta misma cama, no volvería a despertarme con su
aliento en mi nuca ni con sus besos dándome los mejores buenos días
que se podían esperar. Había tomado una decisión. Los dos sabíamos
que nuestra historia tenía fecha de caducidad. Y esa fecha estaba
marcada hoy en el calendario. Volaba lejos empujada por una oferta
laboral que no pude desestimar. Era el trabajo que siempre había
soñado y por el cual había estado peleando durante muchos meses.
Era la consagración a todas mis horas de estudio, de trabajo mal
recompensado, de luchar desde abajo y poco a poco ir accediendo a
escalafones más alto. En resumen era la oportunidad de mi vida y por
supuesto no iba a dejarla escapar. A cambio debería instalarme a
miles de kilómetros de aquí. En otro continente, con otras
costumbres y sin él. Yo había tomado la decisión. Nada de
obligaciones entre nosotros. Eramos libres. No podíamos seguir
atándonos sin ni siquiera podíamos vernos ni tocarnos. Ninguna
conversación telefónica, ninguna red social, podía suplir los
besos y la pasión que nos dimos durante meses. Por ello lo mejor era
despedirnos como buenos amigos y seguir cada uno con nuestra vida. Al
principio parecía sencillo y fácil de hacer pero según fue
transcurriendo el tiempo nos dimos cuenta que los sentimientos
empezaban a aflorar y que ya no solo teníamos sexo del bueno. Pero
había llegado el día y el momento. Sin despedidas
melodramáticas, habíamos dicho. Nada de acompañarme al
aeropuerto, había pedido yo. No queríamos miradas tristes ni
silencios molestos. Nos despediremos a lo grande y con sexo del
bueno, habíamos dicho varias veces riéndonos a carcajadas
porque veíamos el día muy lejano. Pero había llegado. Y las
carcajadas ya no se habían oído desde hacía unos días. Y el sexo
había sido del bueno, como siempre, pero teñido de una necesidad y
una urgencia que casi dolía.
Suavemente para no
despertarle saqué mi cuerpo de la cálida cama y quedé sentada en
el borde de ella, observando el pedacito de cielo azul que se colaba
por la ventana y los balcones de las casas de enfrente. En ese
momento sentí unos dedos en mi espalda. Fue una caricia muy sutil.
Como el aleteo de una mariposa. Casi sin tocar mi piel, solo
rozándola por encima. Pero fue suficiente para que se me erizase la
piel. Para que sintiera un nudo en el estómago que me oprimía y me
dejaba casi sin respiración. Mucha gente diría que eso era amor. Yo
quería pensar que no lo era. Que simplemente era deseo.
¡¡Simplemente!!. Cerré los ojos intentando memorizar ese contacto.
Quería que quedara grabado en mi piel. Quería un solo beso más, un
solo gemido más, quería que nos volvieramos a unir formando una
sola persona. Quería que la vida no fuera así. Quería no tener que
elegir.
Suspiré y abrí los ojos
cuando la caricia desapareció. Sin volver la cabeza atrás acabé de
incorporarme de la cama para vestirme e irme.
Salí de la habitación
sin mirarle, sin hablarle. Él tampoco lo hizo. Se mantuvo inmóvil
mirando hacia ese pedacito de cielo que poco antes veía yo desde ese
mismo sitio. Nunca más volveríamos a ver las mismas cosas.
Veríamos el mismo cielo pero con distintas nubes.
Bajé las escaleras
despacio, arrastrando los pies y mi cuerpo hacia la salida. En mi
interior quizás quería oirle gritar mi nombre. Quizás quería que
me detuviera, que me abrazase fuertemente y me dijera que no pasaba
nada. Que todo seguiría igual. Pero nada de eso ocurrió. Apreté el
pomo de la puerta y lo giré para enfrentarme al sol otoñal,
mientras un suspiro salía de mi cuerpo. Caminé hacia mi coche que
estaba aparcado justo enfrente. Al abrir la puerta para subirme en
él, dirigí una última mirada a la casa en la que, ahora estaba
segura, había sido inmensamente feliz. Y allí estaba él.
Apoyado
en la ventana, sin ni siquiera vestirse, tras esos cristales que
dejaban pasar rayos de sol que iluminaban la habitación con colores
de otoño. Era una visión casi divina. Era un Dios terrenal. Era el
hombre que muchas mujeres quisieran tener en sus vidas y sobre todo
en sus camas. Y allí estaba con la mirada fijada en mí,
impertérrito.
Nuestras miradas se
cruzaron. No podía ver mi mirada, pero sí podía ver la suya y
tenía una mezcla de tristeza, melancolía y súplica. La mía no
debía ser muy distinta. Se pasó la mano por el pelo nervioso,
ansioso. Un nudo se instaló en mi garganta casi sin dejar pasar el
aire para respirar. Me metí apresurada en el coche con la intención
de alejarme lo antes posible de este lugar. Puse la llave en el
contacto pero mi mano fue incapaz de girar la llave para que el coche
arrancase. Seguía mirándome a través de la ventana. Yo no podía
verlo pero podía sentir que así era. Me mordí el labio para
intentar frenar el temblor que se había instalado en mi barbilla y
que amenazaba con apoderse de mí y dar rienda suelta a las lágrimas
que empezaban a acumularse en mis ojos.
- Mierda!! - el grito
fue acompañado de un manotazo al volante.
Abrí la puerta y salí
rápidamente del coche. Volví a dirigir la mirada hacia la ventana
y, como había sospechado, allí seguía él. En cuanto me vio noté
como su cuerpo se tensaba y apretaba los puños a los lados de su
cuerpo. Durante unos segundos que me parecieron eternos, nos miramos
fijamente, casi sin respirar. Estudiándonos como si fuera la primera
vez que nos viéramos.
En su cara apareció una tímida
sonrisa que fue el empujón que necesitaba para volver sobre mis
pasos. Antes de alcanzar la acera de enfrente volví a mirar hacia la
ventana y estaba vacía. El no estaba ya en ella.
En ese
momento la puerta de la casa se abrió y en el umbral apareció la
mejor sonrisa que me hayan dedicado en toda mi vida. Aceleré mis
pasos para llegar a mi metal lo antes posible, que no eran más que
sus brazos. Nos dimos un beso inocente en los labios mientras nos
uníamos en un fuerte abrazo. Me sentí segura de nuevo
entre sus brazos. Me atrapaba y pegaba contra su cuerpo con tanta
fuerza que casi me impedía respirar. Pero no me importó. Adoraba
sus besos, adoraba sus abrazos, y me di cuenta que adoraba la vida
junto a él. Me aferré a él para disfrutar del abrazo sin
hablar, sin decirnos nada. Escuchando solo nuestras respiraciones con
mi cabeza apoyada en su pecho desnudo. Nos miramos y acercándonos
nos volvimos a besar en los labios. Se separó un poco de mí y su
mano comenzó a acariciar mi pelo.
- ¿Te quedas? su voz sonó suplicante,
casi con miedo a la respuesta. Vi la ansiedad en sus ojos y en el
gesto de su boca.
- No - dije bajando la mirada y
acompañando la negación con un gesto de mi cabeza - no puedo
hacerlo, esto es muy importante para mí, pero podemos intentar
seguir adelante. Podemos intentar...
- Sí podemos hacerlo - me
interrumpió cogiéndome la barbilla y depositando un dulce beso en
mis labios.
Sonreí tranquila.
- Al fin y al cabo hay aviones que
en unas horas nos desplazan de un lado a otro.
- Si que los hay - susurró mientras
su boca acariciaba mi cuello.
- Podemos organizarnos para vernos
los fines de semana - Yo intentaba seguir con mi
discurso de auto convencimiento de que todo iba a salir bien, pero
mi voz tembló al notar cómo me mordía el lóbulo de la oreja.
- ¿Y me dejarás acompañarte al
aeropuerto a despedirte? - una sonrisa picaruela e inocente apareció
en su rostro.
- Lloraré.
- Y yo beberé tus lágrimas con mis
besos, hasta que no te quede una en este rostro - acompañó las
palabras con una caricia con el dorso de su mano por toda mi
mejilla.
Nos abrazamos otra vez y volvimos a
besarnos en los labios, esta vez con mucha más ansia. Su boca se
abrió dejando paso a su lengua que buscó la mía con celeridad y
fiereza, explorando cada rincón de mi boca y haciéndome
vibrar entre sus brazos. Nos separamos unos centímetros con la
respiración agitada y ahora fuí yo la que me lancé sobre su boca y
la que se enzarzó en una pelea gloriosa con su lengua. Gruñó
contra mi lengua mientras su mano derecha se enredó en mi pelo,
apretándome la cabeza contra su boca y la izquierda se apoderó
de mi nalga y me apretó contra él. La poca ropa que llevaba encima
no pueden disimular lo que era más que evidente.
En un rápido y entrenado gesto bajó
la cremallera lateral de mi vestido y deslizó los tirantes por mis
brazos haciendo que cayera entero al suelo entre nosotros. Con una
patada lo apartó y me cogió entre sus brazos, elevándome el cuerpo
pero también el alma y me aprisionó contra la pared más cercana
volviéndome a besar con desesperación. Yo no pude más que
responder a ese beso con la misma urgencia y desesperación. Pasé
mis piernas alrededor de su cintura para sujetarme y encontrar la
estabilidad que preveía iba a necesitar. Noté su dedo acariciándome
por encima del encaje de mis bragas. Gemí y apreté mis manos contra
sus musculados hombros. Eché todo lo que pude mi cabeza
hacia atrás hasta chocar contra la pared, momento que aprovecho él
para devorarme un pecho. Su lengua paseo por encima
del pezón sin apartar la suave tela que lo recubría y que
quedó empapada por su saliva. Mi piel se estremeció y se
erizó como si me hubiera dado un escalofrío. Deslizo los tirantes
del sujetador por mis brazos sacando los pechos de las copas y
facilitándole el acceso a mi pezón, invitación que fue
inmediatamente aceptada. Lo lamió de nuevo y lo rodeó con su
lengua casi sin rozarlo. Inmediatamente sentí sus dientes sobre él
mordiéndolo, tirando de él. Agradecí estar apoyada contra la pared
porque creí que de ser de otra manera, mis rodillas hubieran
flaqueado y me hubiese caído. ¿Podía haber algo más placentero?
Sí lo había y él me lo iba a demostrar.
Me apartó las bragas casi con
violencia y hundió un dedo en mi vagina. Dejé escapar un gemido
mientras comenzaba a mover su dedo en mi interior. Una vez, dos,
tres. Jadeo y arqueo mi cuerpo en busca de un contacto total. Mi
clítoris requiere ahora toda su atención y yo me retuerzo y
clavo mis uñas en sus brazos. Se separa un poco de mi dejándome
casi en el aire y baja su boxer hasta la altura de sus muslos dejando
al descubierto su erección. Con las caderas me aprisionó contra la
pared, me colocó para facilitar su entrada y sin más preámbulos me
penetró con fuerza. Arqueé mi cuerpo para recibirlo por completo y
cada empujón iba acompañado de un gemido mío y de un gruñido
suyo. Le besé el cuello, le mordisquee la oreja, le pasé la
lengua por toda su mandíbula rascándome con su incipiente barba y
llegué a su boca exigiendo que me besara y que me llenara con su
lengua de la misma forma que me estaba llenando con su pene. Los
empujones cada vez eran más rápidos, notaba como me llenaba
completamente y como mi cuerpo empezaba a dejarse llevar sin poder
ponerle freno. Una embestida salvaje me arrancó un grito. Otra más
hizo que mi cuerpo comenzara a estremecerse. Con la tercera un
orgasmo demoledor sacudió mi cuerpo haciéndome explotar
completamente mientras gritaba su nombre, apretaba mis muslos
contra su cintura hasta casi hacerme daño y me dejaba casi
inerte entre sus brazos mientras él seguía bombeando dentro de mí.
No demoró mucho su orgasmo. En dos embestidas más se corrió dentro
de mí mientras de su boca escapaba un gruñido. Quedó apoyado
contra mi pecho mientras yo acariciaba su pelo intentando que
nuestras agitadas respiraciones se relajaran. Pasados unos minutos en
los que logramos contralar nuestras emociones, alzó su cabeza y me
besó dulcemente en los labios. Me bajó al suelo y siguió
regalándome pequeños besos por toda mi cara.
- ¿A que hora sale tu vuelo?
- En seis horas.
- ummm, todavía tenemos tiempo -
susurró sensualmente a la vera de mi cuello.
- No, tengo que irme a casa - mi voz
sonó segura. Si dejaba que siguiera con sus planes era muy
probable que perdiese el avión.
- Está bien. ¿Me dejarás
acompañarte?
- Sí.
Y así fue como una sonrisa detrás de
un cristal cambió todo lo que tenía previsto para hoy y, quien
sabe, si para el resto de mi vida
Qué puedo decir que no te haya dicho otras veces. Sabes que me encanta como escribes o como "no escribes" según tu opinión.
ResponderEliminarLo voté en su momento y lo volvería a hacer y no porque me caigas bien, que es cierto, sino porque cuando un relato toca el alma es que es bueno.
Besos preciosa.
Nena... Ya te lo he dicho 1 millón de veces y 1 millón más lo voy a decir. ME ENCANTAN TUS HISTORIAS!!! Me gustan porq son reales (pueden pasar.... bue a mi no y menos con éste prota precisamente). Quiero, nop, necesito el cap II!!
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