21 de noviembre de 2016

Después de encontrarme - Saray García

"Llegaste como llegan las mejores cosas, cuando menos las esperas, pero cuando realmente las necesitas. El problema siempre fue que, desde el principio, lo hiciste con miedo a quedarte."



 
Llegamos al final de esta bilogía con este libro en el que además de amor hay mucha lucha interna de sentimientos, mucha renuncia, mucho dolor y mucho, mucho romanticismo. Si el primer libro se puede incluir dentro de la lectura erótica, este segundo estaría sin duda dentro de la categoría de romántica.
Nuestros protagonistas tienen que hacer frente al dolor y  la desgracia que,  ya desde el primer libro,  sabes que va a llegar. Y ese fatídico momento llega y arrasa con todo. Y me enfadé mucho con Jorge. Sin hacer spoiler solo puedo decir que no lo entendí ni compartí sus acciones. Me pareció una persona débil, cobarde, inseguro y muy inmaduro. Lucía, por el contrario, sabe estar a la altura de las circunstancias y se muestra como una luchadora increíble hasta que, irremediablemente, no puede más. 
El libro está lleno de momentos. Momentos divertidos sobre todo cuando están juntas las 3 amigas. Momentos románticos como esa escapada a la playa a ver la luna sobre el mar. Momentos sexys como ese autolavado y momentos duros como esa carta. Esa carta es una oda al amor, al sufrimiento, al amor verdadero. Es una lección de lucha pero también de renuncia.  Y como siempre es Lucía la que lo expone.
Mi opinión es que es Lucía la que lleva el peso de la relación. Es ella la que siempre se abre en canal y no tiene miedo a hablar de sus sentimientos. Jorge me da la impresión que siempre está escapando. Y siempre está volviendo con el rabo entre las piernas (bonita expresión tratándose de Mr. empotrador ). Y siempre es Lucía la que tiene que perdonar, volver a creer en la relación y a confiar en que todo va ir bien esta vez.
Es verdad que cuando Jorge se lanza a mostrar sus sentimientos te deja lela y patidifusa. Cuando se decide a derribar sus muros no le importa mostrar sus miedos y no le importa, tampoco, demostrarle a su "rubia" todo lo que siente por ella.
El final me ha parecido un poco apresurado, pero aún así, muy bonito. Pasamos de una situación a otra muy distinta en muy pocas páginas con lo que me ha dado la sensación que echamos mucho tiempo (o mucho libro) en la parte "fea" y muy poco en la parte "bonita". Pero sigue teniendo un  broche final muy tierno y precioso.
En resumen esta segunda parte fluye correctamente hasta un final que en algún momento del libro no sabes por donde te va a venir. Sigue teniendo unos diálogos divertidos y coherentes cuando deben serlo. Tiene unos personajes que evolucionan perfectamente con la historia. El desarrollo de la trama es mucho más íntima. Se centra mucho más en los sentimientos de los protagonistas que en sus andanzas como pareja. Los secundarios siguen teniendo importancia en la historia pero sin robar protagonismo a Lucía y a Jorge . Y por último el final es digno de toda novela romántica. 
Por todo ello ¿qué más se puede pedir?  Pues le podemos pedir a Saray que siga por este camino. Que siga conquistándonos con sus historias con este estilo fresco y natural. 



Que siga siendo una chica normal a la que le gusta escribir. Que siga luchando por sus sueños porque estoy segura que los va a conseguir. Que de su cabeza sigan saliendo historias de amores reales y mundanos. Que como he dicho algunas veces ya, no entiendo como salen cientos de libros al mercado que se convierten en todo un fenómeno cuando realmente son infumables o tristemente repetitivos simplemente porque están escritos por  personas que se supone que tienen un status en el mundillo editorial, y muchas veces no son más que las mismas historias con nombres de personajes diferentes y hojas enteras con letras de canciones.  Por ello le pido a Saray que no pierda la ilusión por contar historias sin necesidad de parecerse a nadie, no lo necesita. Ella es bastante por ella misma sin tener que compararla constantemente con otras escritoras. 
Gracias Saray, yo espero por tu siguiente historia.

soy una ferviente defensora del hilo rojo

 

18 de octubre de 2016

Antes de conocerme - Saray García - Bilogía Lucía libro 1

"Esa noche no dormí, y no fue por el calor. Fue porque esa casa, ya no era mi hogar. Porque me sentía una extraña si no estaba entre sus brazos. Porque echaba en falta su aliento pegado a mi nuca y sus manos en mi vientre. Porque es terrible pensar que echas de menos con todas tus fuerzas a alguien, que puede que no esté pensando en ti. Y porque si él no era el amor de mi vida, tenía claro que me había equivocado de vida."


Sipnosis

Y tú, ¿cambiarías por amor?, ¿o cambiarías de amor?
Decidida, impulsiva y coqueta, Lucía está en un momento en el que más bien se siente apática e insegura. Una cita absurda será el desencadenante para que aparezca de nuevo la soñadora a la que le apasionan los retos, y él supondrá un gran reto. De la mano de su incondicional Adriana y la dulce Vanesa, se embarcará en una pelea por encontrar el amor sin perderse a sí misma. Pero el destino se encargará de recordarle que no se puede subestimar el poder de la atracción, y que cualquier casualidad puede ser en realidad la señal que siempre ha estado esperando

Mi opinión:
Llegué a estos libros, como pasa la mayoría de las veces, por “oídas”. Alguien me habló de ellos y de la forma de escribir de Saray. Luego empecé a ver en mi muro de Facebook gente que lo estaba leyendo y sus comentarios iban acompañados de iconos de corazones y de llamas (creo que llamó más mi atención las llamas que los corazones, para que lo voy a negar. Flores y corazones se los dejo a Grey) Ahí empezó a picarme la curiosidad (más tarde descubrí que Mr. Jorge Sonrisa ladeada era especialista en generar picores varios) y los puse en mi lista de lecturas de verano. Pero el verano pasó y ahí seguían. Esperando una oportunidad entre mi cola interminable de pendientes. Así estábamos cuando leí que su historia era muy Benavent y ahí dije “ cuidado, cuidado que hablamos de palabras mayores” Benavent es mucha Benavent. Yo por Benavent M A T O. Y me puse con ellos casi para comparar. Casi para convencerme de que la gente estaba exagerando. Y aquí digo yo ¿por qué tiene que parecerse a nadie? Saray tiene su propia forma de escribir y de contar su historia. Y no, no es Beta Coqueta. Pero tampoco le hace falta para hacer una historia preciosa. Con una protagonista, Lucía, de lo más normal con una vida más o menos estereotipada que tiene la suerte o la desgracia de encontrarse en su camino a dos hombres que marcaran toda su vida.
Saray transmite los sentimientos de los protagonistas a la perfección. Hace que crezcamos con ellos y que vayamos entendiendo el porque de todas las cosas. 
Quizás al principio me pareció un poco más de lo mismo. Alejandro nuestro primer protagonista; chico guaperrimo, con dinero, unas amigas locas y cachondas pero que dicen verdades como puños. Unos amigos también sacados de un catálogo de moda. Pero antes de llegar a la mitad del libro la historia comienza a fluir, todo da un giro inesperado y lo que antes veías como bueno y mágico comienzas a verlo como aburrido y absorbente. Y ese punto coincide exactamente con la irrupción de Jorge en escena. Este nuevo protagonista masculino te arrastra. Te seduce. Crea una tensión sexual y anímica con Lucía que hace que te suden hasta los dientes. 
pongamos que hablo de Madrid
Te hace reflexionar si hay veces que confundimos amor con comodidad. Amor con buen sexo y amor con cariño. Si nos empeñamos en perseguir sueños que una vez que tenemos al alcance de la mano son realmente lo que queríamos o simplemente lo que nos dijeron que debíamos querer. Nos hace preguntarnos cual es el amor verdadero. El que miramos con devoción o el que miramos con pasión.
El libro tiene momentos muy simpáticos, muy emocionantes y como no, muy eróticos pero (y aquí viene uno de los puntos fuertes) sin saturar. Es uno de los problemas de muchas novelas románticas y/o eróticas de las que se publican ahora mismo, que no hay cortejo (ha sonado un poco rancio pero supongo que se me entienda lo que quiero decir) No hay una seducción por parte de los protagonistas. No hay un juego de miradas, de frases que te van dejando con las ganas de que se decidan. Pero aquí contamos con Jorge que se erige en dueño y señor de estos juegos de seducción y que tiene enfrente a Lucía como una perfecta contrincante a su altura. Normalmente hay un enamoramiento irracional de alguien a quien acaban de conocer lo que hace que muchas veces la historia sea totalmente irreal. Esto no les pasa a nuestros protagonistas. Ellos juegan perfectamente a seducir y a dejarse seducir y lo llevan tan al extremo que sufres tú por el calentón que deben haber pillado ellos.

Lucía y Jorge en la playa

Como secundarios tenemos a las amigas de Lucía. Esta figura co-protagonista cada vez se hace más popular entre los libros que leo. Estas amigas que te dicen verdades como puños aunque no sea lo que deseas escuchar. Estas amigas que hurgan en la herida mal cerrada hasta hacer sangre, pero que una vez abierta te envuelven en abrazos sanadores haciendo que la herida deje la menor cicatriz posible. Esas compañeras de vida que están a tu lado secando tus lágrimas y a la vez llenándote de nuevo el vaso de tequila. En el caso de Lucía son Adriana y Vanesa. Dos personalidades totalmente dispares y contrarias que se complementan perfectamente y que hacen de ellas los momentos más divertidos del libro.
Ya centrándonos en la edición hay que volver a felicitar a la autora porque se ve claramente que tanto la ortografía como la lingüística como todo el carácter narrativo de la novela ha sido cuidado al máximo (yo me atrevería a decir que además de cuidado, revisado, re-revisado y vuelto a revisar)
Podíamos resumir este primer libro como la lucha de Lucía por deshacerse del recuerdo de Alejandro perdida en las miradas y en las sonrisas de Jorge. Sin duda un lugar perfecto para perderse. Pero Lucía quiere más que miradas moja bragas y sonrisas que le hace temblar las canillas ¿querrá Jorge lo mismo?
Empezando el segundo....
 
Pd. Solo voy a decir una cosa sin ánimo de spoilear nada.............ahora cada vez que veo una alfombra me quedo mirándola pensando si será de las que quema o no...

4 de septiembre de 2016

Capítulo 2 - La llegada




Se acabó el verano, volvemos a la rutina y hoy os dejo la continuación del relato publicado en julio. Espero que os guste.



Casi dos meses llevaba en esta ciudad. Casi dos meses desde que nos habíamos separado. Casi dos meses desde que nos habíamos despedido en el aeropuerto. Recordarlo todavía me angustiaba y las lágrimas volvían a llenar mis ojos. Como había pronosticado había llorado y como él había vaticinado bebió todas mis lágrimas con sus besos. Pero los besos se habían acabado y las lágrimas habían seguido. Seguían todos los días cuando terminaba su llamada por Skype y ya no me podía ver. Volvían a mí cuando por las noches me abrazaba a mi almohada y la olisqueaba en busca de un olor que había dejado a 7 horas de avión. Y seguían cada vez que escuchaba una canción que me recordaba a él. Y esas canciones como torturándome, se repetían una y otra vez en emisoras de radio en hilos musicales de comercios y hasta en el politono de algún móvil de alrededor. ¿O sería que todas las canciones decían algo que me recordaba a él o a nosotros? O sería simplemente que todo me recordaba a él?. Ilusa de mí me giraba cada vez que sonaba una voz masculina a mis espaldas con la esperanza de encontrarme con su sonrisa. Y una y otra vez me encontraba con sonrisas que no iban dirigidas a mí. Estaba siendo difícil. Nunca me lo había planteado de esta manera pero así estaba siendo. Yo la mujer independiente, segura de sí misma, controladora en todas sus relaciones, sentía mariposas en el estómago cada vez que llegaba la hora de su llamada, puntual todos los días durante casi dos meses. Sin faltar un solo día. Y me levantaba pendiente de mi whatsapp de buenos días desde el otro lado del océano. Yo la que se reía del amor y de las relaciones. La que pensaba que era solo sexo del bueno. Yo, la misma que ahora paseaba nerviosa por la sala de espera de la terminal de internacionales del aeropuerto sin quitar la vista de una pantalla que me dijera que su avión había tomado tierra. Habían caído los primeros copos de nieve y algunos vuelos habían sido desviados a otras ciudades. Con los dedos cruzados miraba fijamente la pantalla de vuelos mientras mentalmente empujaba el avión para que llegase más rápido. Cuando su número de vuelo apareció parpadeante indicando que había tomado tierra, me lancé hacía la puerta de salida. Me agarré con fuerza a la cinta que me impedía pasar e ir en su busca que al fin y al cabo era lo que realmente deseaba. La puerta automática se abrió y mi corazón latió desbocado. Por ella salió una chica que tendría poco más de veinte años y que fue recibida entre besos y abrazos por una pareja que estaba a mi lado y que probablemente fueran sus padres. Yo aproveché para, poniéndome de puntillas, otear a lo lejos a ver si veía venir una silueta conocida. La puerta se cerró y yo bajándome de nuevo sobre mis talones dejé escapar un suspiro de pura angustia. ¿Y si no venía? ¿Y si había perdido el vuelo? ¿Y si al final lo había pensado mejor y no había subido al avión? Lo último que supe de él es que iba camino del aeropuerto, pero no sabía si realmente venía o no en ese vuelo. Saqué mi móvil del bolso. Nada. Ningún mensaje. Me disponía a ser yo la que mandase el mensaje cuando la puerta volvió a abrirse. Levanté rápidamente la vista de la pantalla de mi móvil. Esta vez era una pareja con un bebé los que salían. Se les veía cara de cansados pero a la vez la felicidad era una constante en sus miradas. También fueron recibidos entre abrazos por unas personas que los esperaban.
Y entonces lo ví. A lo lejos. Con su caminar elegante y seguro. Casi irreconocible desde la distancia donde yo estaba, pero supe que era él. No estaría sintiendo todo esto si no fuera él. Solo su cercanía tenía el don de provocar que mis piernas se pusieran a temblar. Al cerrarse la puerta de nuevo tuve que controlarme para no saltar la cinta de seguridad. Inmediatamente la puerta se abrió de nuevo para dejar salir a los siguientes pasajeros. El levantó la mirada del suelo y nuestras miradas se encontraron otra vez desde hacía casi dos meses. Desde la última vez que se habían visto en otro aeropuerto y otro continente. 
 


Una sonrisa dibujó su cara y creo que no le dio tiempo a ver la mía antes de que la puerta se cerrase de nuevo. Intenté frenar con mi mirada el deslizarse de las puertas para que no se cerraran y no me privasen de su mirada ni de su sonrisa. Mi corazón no estaba desbocado, simplemente se había mudado de sitio y se había instalado en mi garganta. Mi respiración era acelerada en un mecanismo automático de defensa para no caer desmayada por hiperventilación.
Cuando, por fin, apareció por la puerta, mis piernas no me obedecieron y quedaron clavadas en el suelo mientras él sin dejar de mirarme ni sonreír, rodeó la cinta para ir a mi encuentro. De repente, mientras se acercaba con paso firme, recordé sus besos, sus caricias, la forma de decir mi nombre cuando hacíamos el amor y cuando quedaba poco menos de un metro para que llegase a mí me abalancé sobre sus brazos susurrando su nombre. Nos abrazamos sin decirnos una sola palabra. Apreté mi cuerpo contra el suyo aspirando su olor. Ese olor que reconocería entre mil y que había buscado entre mis sábanas las noches de mayor nostalgia. El me envolvió en un abrazó fuerte y protector, respirando entre mi pelo. No pude evitar estremecerme cuando pronunció mi nombre casi como una caricia sobre mi cabeza. Podía notar como las emociones nos embargaban a los dos. Lo supe cuando oí los potentes latidos de nuestros corazones casi latiendo acompasados, cuando noté su dedos fuertes apretando mi espalda como si no quisieran separarse jamás de ella. A nuestro alrededor la gente iba despejando la sala con sus respectivas alegrías y sueños mientras otras iban llegando en busca de las mismas emociones que viajaban en el próximo avión que aterrizaría. Bajando las manos hasta mi cintura aflojó un poco el abrazo y me elevó hasta dejarme a la misma altura que él. Apoyé mis manos en sus hombros intentando no escurrirme entre sus brazos y nuestros ojos quedaron enfrentados diciéndose tantas cosas en silencio, llenos de promesas y buenos deseos.
Con la punta de su nariz acarició mi mejilla y yo cerré los ojos para disfrutar más intensamente de esa leve caricia.
Su boca se acopló perfectamente a la mía en un beso dulce y lento. Nuestros labios se apretaban y se aflojaban y se volvían a acoplar avivando el estímulo y haciendo que el beso fuese cada vez más intenso y osado. Crucé mis manos por detrás de su nuca aprovechando para acariciar su pelo. Nuestras lenguas comenzaron a buscarse profundizando el beso y yo solo me dejaba arrastrar por todas estas sensaciones que volvían a recorrer mi cuerpo. Noté su lengua cálida y suave pasearse por mi boca recorriéndola entera a su antojo, volviendo a adueñarse de todos los recovecos que habían estado deshabitados todo este tiempo. Mordió mi labio inferior como si fuese una fruta fresca y él estuviera necesitado de su frescura. Yo seguía suspendida en el aire sujeta por sus brazos e incapaz de hacer cualquier movimiento o pronunciar cualquier palabra. Noté como sus labios abandonaban los míos y abrí los ojos como señal de protesta por cortar todas esas sensaciones que me estaba proporcionando con su beso. Apenas se separó unos centímetros de mi boca y podía seguir sintiendo el calor de su aliento sobre ella. Apoyé mi frente en la suya mientras mis dedos jugaban con sus rizos.
- Bienvenido
- Gracias. Tengo la sensación de que por fin he llegado a casa.
- Déjame que te lleve.

30 de agosto de 2016

Mi Isla - Elisabet Benavent






Que justo antes de comenzar las vacaciones de verano @betacoqueta saque un nuevo libro es la seguridad de saber con qué libro vas a comenzar a cambiar tu tono de caminante blanco de Invernalia por un tono un poco más acorde con la mujer mediterránea que se supone que soy. Poco tiempo me dio a ello porque como viene siendo habitual con esta mujer me lo "devoré" antes de que el protector IP50 hiciese efecto sobre mi piel.

Comencé tranquila y contenta este libro porque POR FIN un libro que comienza y acaba. Por fin un libro en un solo libro, sin continuaciones, sin finales de "y ahora me acuerdo de todos los santos hasta que tenga el siguiente" . Prólogo y epílogo en la misma encuadernación. Increíble y muy de agradecer. Cansada de bilogías, trilogías y sagas que se rellenan con mucha paja, mucha canción y poca chicha  y argumentos que se hacen interminables, tediosos e incluso rebajan notablemente el nivel de lo leído.

Estamos ante una historia de renuncias, de huidas,  de saber poner freno, de madurar a base de golpes, de ser fuerte ante el oropel, el pan de oro y la purpurina. Y, cómo no, de amor.

Maggi, nuestra protagonista, se "esconde" en una isla en la que el tiempo pasa sin grandes preocupaciones más que saber cuántos huéspedes tendrá en su pequeño hotel durante los próximos días, ver la telenovela con Mercedes,  su octogenaria y única amiga en la isla y tratar de encontrarse así misma después de huir de una vida en la que lo tenía todo pero que en realidad estaba sola y destruída.

Pero del destino no se puede una  esconder y siempre te acabas dando con él de frente. Y ese destino se llama Alejandro.

Alejandro llega a la isla también huyendo de su vida, de su agitada relación y buscando la tranquilidad que una soledad buscada y el mediterráneo le pueden proporcionar.

Entre ellos surge un amor apasionado. Aunque vienen de mundos totalmente distintos conectan rápidamente y entre ellos saltan chispas.  Chispas que son necesarias para encender y crear pero si no las controlas pueden quemar y devastar todo lo que tocan a su paso. Y eso les pasa justo cuando salen de su Isla. De su paraíso particular. De su burbuja.

Reconozco que a Maggi la había matado a hostias. Me enfadé mucho con ella. La insulté ( sí,  ha sido un espectáculo verme en la toalla de la playa y riñendo acaloradamente con mi ebook), no la entendí,  no estuve de acuerdo con ella. 

Me encontré con una protagonista egoísta, inmadura, mezquina, dañina con ella misma y con los que la rodean y la quieren, difícil de trato, cabezota…¿sigo? Una persona que vivía en una mentira  que se construyó caminando descalza y que ella misma se creyó pero que al llegar a la gran ciudad se muestra tal y como es. Con vicios y adicciones que la hacen intratable e incluso a veces inhumana. Ufff!! a gusto me he quedado.

De Alejandro poco se puede decir. Que como pasa en la mayoría de las novelas de esta mujer es un personaje grande. Mucho más grande que el femenino. Maduro, cabal, generoso, bueno, dócil y paciente con Maggi. Quizás demasiado paciente.  Se aleja,  pero no por cobardía ni por escapar cuando las cosas se ponen feas. Se aleja porque la propia Maggi intenta autodestruir todo lo que la rodea incluido a él.  Se aleja para no verse envuelto en la caída de Maggi a la que intenta parar pero no puede por la ceguera egoísta y banal de ella. En un momento puntual de la relación se le puede echar en cara que le faltó sinceridad con ella, pero creo sinceramente que Maggi no se lo hubiera valorado.  Estaba demasiado concentrada en ser la It girl del momento con sus amigas de la chupi panda.
 
La isla de Magdalena y Alejandro

Estos personajes me han recordado a Martina y a Pablo. Esos sentimientos tan fuertes, tan intensos. Ese caer en el infierno de la parte femenina y sin querer ayuda de su pareja, que se la ofrece inconcionalmente. Al contrario, las dos someten a su pareja a una violencia dialéctica y psicológica que en ese momento de la lectura lo que más hubiéramos celebrado es que las hubieran mandado a freír churros.  Ese amor incondicional incluso en la distancia del personaje masculino ( Gabriel también sabe mucho de esto). Esa montaña rusa de sensaciones. De amor, de tristeza, de esperanza , de alegría,   todo mezclado con la pluma mágica de Elisabet hasta crear un libro como este que vuelve a exprimir los sentimientos y la angustia como nadie.  

No voy a descubrir ahora que Benavent es una de mis escritoras preferidas. Que juega con las historias como nadie añadiendo siempre un punto de inflexión en el que no sabes si te apetece que acabe bien como cualquier libro romántico que se precie o directamente que rompa todos los moldes y no sean felices comiendo perdices. Una escritora que crea historias de amor imperfectas con grandes complicaciones como los amores reales.  Una escritora que nos hace vibrar. Pero como he dicho los personajes de este libro  ya me recuerdan a otros y esto hace que se pierda la frescura en la lectura, la sorpresa de los acontecimientos y te parezca un poco repetición de otros libros suyos.  Por ello Mi Isla nunca desbancará en mi top de libros a Silvia y sus chicos. Con Silvia sí opino que rompió moldes y escribió un libro que no estábamos acostumbradas a leer en romántica. Los demás opino que van un poco en la estela de estos. Aunque no por ello dejan de ser unos buenos libros.

Gracias por estos momentos de lectura. En el que incluimos la alegría, la angustia y alguna vez el lloro incontrolable estemos en el lugar que estemos (que llorar en casa está muy bien pero llorar en medio de una sala de espera de un médico ya no es muy correcto ni vistoso).

22 de agosto de 2016

El accidente de mi vida - Marta Lobo

Sipnosis

¿Qué ocurre si se mezcla en una misma historia una madre odiosa, una boda, unas amigas locas, un amor de adolescencia, un secreto de familia y una protagonista un poco zorra?
Pues que tienes mi historia.

Mi nombre es Adriana Fanjul y mi vida está llena de pequeños accidentes que han ido marcando mi existencia.
Ahora vuelvo de Milán a Lastres con el rabo entre las piernas.
Sin trabajo y sin dinero, a causa de un accidente en el que me han pillado acostándome con quien no debía.
A mi vuelta me encuentro con Enol Santovenia.
El único hombre capaz de hacerme sentir como una adolescente y volver a cometer el error de enamorarme.
¿Seré capaz de solucionar todos mis problemas
y volver a ser la chica que abandonó este pueblo hace más de diez años?
¿O acabaré huyendo de nuevo para recuperar mi vida?
Pasa y descubre cómo los accidentes de mi vida me han convertido en lo que soy.
Eso sí, pilla una copa, porque hay tragos que es mejor pasarlos con un buen vino.


Es la primera novela que leo de esta autora. No me había decidido a leer nada de ella porque siempre había algo que leer antes. Siempre había otra novela que se colaba para volver a dejar aparcada las ganas de leer uno de sus libros. Y entonces vi esta historia. Su portada me atrajo enormemente. Y el saber que la propia autora se la había creado, diseñado, editado, sufrido y sudado con ella y por ella tuvo su punto a favor. Y el estar ambientada en mi tierra ya hizo que la colara entre todos mis pendientes de este verano. Y acerté.
La historia entre Adriana y Enol transcurre en el pueblo de Lastres. 
 
precioso ¿verdad?
A él vuelve Adri después de una intensa vida en Italia de la que tiene que huir después de que esta se vaya al traste por liarse con su jefe y ser pillados por la mujer de este.
Para Adri tener que volver a su pueblo y a su vida anterior no deja de ser un retroceso en sus expectativas de vida. Un volver a verse encerrada en un pequeño pueblo en el cual se siente asfixiada por el entorno y porque sus Louboutin por esas cuestas empedradas no tienen mucho sentido. Y sobre todo porque tiene que volver a encontrarse con Enol. El hermano de su mejor amiga del cual está enamorada, aunque lo intente negar, desde que eran adolescentes. Por ello pone su coraza de engreída, altiva y superficial pero la vida, la gente que la rodea y sobre todo el apoyo de sus amigos y de su padre le van quitando las capas que trae puestas hasta volver a hacer de ella la jovencita que se fue del pueblo para intentar escapar de la realidad a otra vida mejor pero no más real.
La historia está narrada en primera persona y hay capítulos contados por Adri y otros contados por Enol. Interesante opción ya que vas viendo y sintiendo como piensan los dos de lo que está sucediendo y lo que les está pasando.
Alrededor de ellos hay otros personajes que hacen que el argumento de la novela fluya perfectamente. Estos serían los secundarios principales
Los dos hermanos de Adriana, Jaime y Roberto, su madre Inés y su padre Pedro.
Covi la hermana de Enol y mejor amiga de Adri y su padre Oscar.
Daniela . Hija de la ex novia de Enol y que convive con él debido a diversas circunstancias de la vida que iremos descubriendo poco a poco en la evolución de la lectura.
Me voy a centrar en un secundario en concreto:
Inés. La madre de la criatura
¿queda claro?
Es fácil resumirla. 
Hija de puta con carnet. Odiosa. Mala. Víbora. Evidentemente no he tenido buen rollo con este personaje. Tiene una relación odiosa con su hija Adri. Es el personaje que me hace tener el único “pero” en este libro. Es demasiado mala. Su maldad es demasiado forzada no porque no sea posible ese tipo de relación entre madre e hija, que por supuesto que sí, si no porque no creo que sea posible que alguien se porte tan mal con otra persona y los demás sigan intentando disculparla o incluso perdonarla. La historia final en la que se ven envueltas añade un punto de misterio y acción a la novela pero me parece un poco rocambolesco todo. Un poco hollywodiense”. Por supuesto es mi punto de vista y es el único punto negativo (si se puede tener como negativo) en todo el libro. O quizás sea que el personaje de Inés no caló en mi de la forma que pretendía la autora o quizás sea que yo soy igual de víbora que la propia Inés y me gustaría echármela a la cara y contarle cuatro frescas.
El resto de personajes aportan lo justo a la historia. Hacen que la historia camine hasta un final en el que te encuentras con una traca final importante, pero en el que el amor, por supuesto, triunfa.
El ver en un libro escenarios por los que habitualmente me muevo me ha gustado mucho. Esa comida en el “Tierra Astur”, esos paseos por Lastres, esas notas a mi tierra sin caer en el tipismo y esa estancia en la Rioja Alavesa a la cual tengo taaaaaantas ganas de ir (ya me contarás sitios Marta)
Libro entretenido, con unos diálogos amenos y bien hilados. Situaciones divertidas, románticas, escenas eróticas sin una sola palabra “brusca”. Como he comentado anteriormente solo le pongo un pero a un momento puntual del libro que me parece un poco forzado. Una solución al problema entre Adri y su madre que no me acaba de encajar.
En resumen un libro que se deja leer y que vuelve a dejar constancia que las autoras que se autopublican, que creen en ellas mismas y que se atreven a intentarlo, están a la altura de las autoras con editores, redactores, marketing y una plebe de palmeras.
Os dejo el booktrailer del libro. 
Enol bien ¿no?




5 de julio de 2016

El destino son tus brazos


Hace tiempo participé en un concurso organizado en un grupo de Facebook. La dinámica era sencilla. Propusieron una foto y esa foto "debía aparecer" en algún lugar del relato. El relato debía ser erótico (aunque con el protagonista elegido es fácil imaginarse algo erótico jur jur jur). Posteriormente organizaron otro y la temática debía ser romántica ya que era en fechas de San Valentín.

Yo tuve la suerte de ganar los dos. No porque fueran los mejores, ni muchísimo menos, ni porque yo sea escritora, dios me libre. Yo solamente intenté crear unas historias más o menos coherentes y más o menos sin faltas de ortografía (seguro que alguna hay). Y fueron los más votado. Quizás porque me conocían y les caía en gracia o quizás porque realmente fueron los que más les gustó. Eso nunca lo sabré. Del primer relato eran 3 capítulos. Aquí hoy os dejo el primero. Espero que os guste como para atreverme a publicar los dos siguientes.

CAPITULO 1


Abrí los ojos lentamente y el sol que inundaba la habitación hizo que los cerrase otra vez mientras un gemido de protesta se escapaba de mi garganta. El otoño había llegado con fuerza pero parecía que hoy nos iba a dar una tregua. Muy despacio intenté abrirlos de nuevo. Desde la cama vi el polvo en suspensión que se veía brillar con los destellos del sol en la contraluz de la ventana. Se movían constante pero lentamente, como con melancolía. Eso me recordaba perfectamente a mi estado de ánimo. En unas horas iba a coger un avión que me iba a alejar de allí para siempre. No volvería a ver el sol entrar por esa ventana, no volvería a oírle canturrear en la ducha mientras yo me desperezaba en esta misma cama, no volvería a despertarme con su aliento en mi nuca ni con sus besos dándome los mejores buenos días que se podían esperar. Había tomado una decisión. Los dos sabíamos que nuestra historia tenía fecha de caducidad. Y esa fecha estaba marcada hoy en el calendario. Volaba lejos empujada por una oferta laboral que no pude desestimar. Era el trabajo que siempre había soñado y por el cual había estado peleando durante muchos meses. Era la consagración a todas mis horas de estudio, de trabajo mal recompensado, de luchar desde abajo y poco a poco ir accediendo a escalafones más alto. En resumen era la oportunidad de mi vida y por supuesto no iba a dejarla escapar. A cambio debería instalarme a miles de kilómetros de aquí. En otro continente, con otras costumbres y sin él. Yo había tomado la decisión. Nada de obligaciones entre nosotros. Eramos libres. No podíamos seguir atándonos sin ni siquiera podíamos vernos ni tocarnos. Ninguna conversación telefónica, ninguna red social, podía suplir los besos y la pasión que nos dimos durante meses. Por ello lo mejor era despedirnos como buenos amigos y seguir cada uno con nuestra vida. Al principio parecía sencillo y fácil de hacer pero según fue transcurriendo el tiempo nos dimos cuenta que los sentimientos empezaban a aflorar y que ya no solo teníamos sexo del bueno. Pero había llegado el día y el momento. Sin despedidas melodramáticas, habíamos dicho. Nada de acompañarme al aeropuerto, había pedido yo. No queríamos miradas tristes ni silencios molestos. Nos despediremos a lo grande y con sexo del bueno, habíamos dicho varias veces riéndonos a carcajadas porque veíamos el día muy lejano. Pero había llegado. Y las carcajadas ya no se habían oído desde hacía unos días. Y el sexo había sido del bueno, como siempre, pero teñido de una necesidad y una urgencia que casi dolía.
Suavemente para no despertarle saqué mi cuerpo de la cálida cama y quedé sentada en el borde de ella, observando el pedacito de cielo azul que se colaba por la ventana y los balcones de las casas de enfrente. En ese momento sentí unos dedos en mi espalda. Fue una caricia muy sutil. Como el aleteo de una mariposa. Casi sin tocar mi piel, solo rozándola por encima. Pero fue suficiente para que se me erizase la piel. Para que sintiera un nudo en el estómago que me oprimía y me dejaba casi sin respiración. Mucha gente diría que eso era amor. Yo quería pensar que no lo era. Que simplemente era deseo. ¡¡Simplemente!!. Cerré los ojos intentando memorizar ese contacto. Quería que quedara grabado en mi piel. Quería un solo beso más, un solo gemido más, quería que nos volvieramos a unir formando una sola persona. Quería que la vida no fuera así. Quería no tener que elegir.
Suspiré y abrí los ojos cuando la caricia desapareció. Sin volver la cabeza atrás acabé de incorporarme de la cama para vestirme e irme.
Salí de la habitación sin mirarle, sin hablarle. Él tampoco lo hizo. Se mantuvo inmóvil mirando hacia ese pedacito de cielo que poco antes veía yo desde ese mismo sitio. Nunca más volveríamos a ver las mismas cosas. Veríamos el mismo cielo pero con distintas nubes.
Bajé las escaleras despacio, arrastrando los pies y mi cuerpo hacia la salida. En mi interior quizás quería oirle gritar mi nombre. Quizás quería que me detuviera, que me abrazase fuertemente y me dijera que no pasaba nada. Que todo seguiría igual. Pero nada de eso ocurrió. Apreté el pomo de la puerta y lo giré para enfrentarme al sol otoñal, mientras un suspiro salía de mi cuerpo. Caminé hacia mi coche que estaba aparcado justo enfrente. Al abrir la puerta para subirme en él, dirigí una última mirada a la casa en la que, ahora estaba segura, había sido inmensamente feliz. Y allí estaba él. 
 
Gandy llamándome...
Apoyado en la ventana, sin ni siquiera vestirse, tras esos cristales que dejaban pasar rayos de sol que iluminaban la habitación con colores de otoño. Era una visión casi divina. Era un Dios terrenal. Era el hombre que muchas mujeres quisieran tener en sus vidas y sobre todo en sus camas. Y allí estaba con la mirada fijada en mí, impertérrito.
Nuestras miradas se cruzaron. No podía ver mi mirada, pero sí podía ver la suya y tenía una mezcla de tristeza, melancolía y súplica. La mía no debía ser muy distinta. Se pasó la mano por el pelo nervioso, ansioso. Un nudo se instaló en mi garganta casi sin dejar pasar el aire para respirar. Me metí apresurada en el coche con la intención de alejarme lo antes posible de este lugar. Puse la llave en el contacto pero mi mano fue incapaz de girar la llave para que el coche arrancase. Seguía mirándome a través de la ventana. Yo no podía verlo pero podía sentir que así era. Me mordí el labio para intentar frenar el temblor que se había instalado en mi barbilla y que amenazaba con apoderse de mí y dar rienda suelta a las lágrimas que empezaban a acumularse en mis ojos.
- Mierda!! - el grito fue acompañado de un manotazo al volante.
Abrí la puerta y salí rápidamente del coche. Volví a dirigir la mirada hacia la ventana y, como había sospechado, allí seguía él. En cuanto me vio noté como su cuerpo se tensaba y apretaba los puños a los lados de su cuerpo. Durante unos segundos que me parecieron eternos, nos miramos fijamente, casi sin respirar. Estudiándonos como si fuera la primera vez que nos viéramos.
En su cara apareció una tímida sonrisa que fue el empujón que necesitaba para volver sobre mis pasos. Antes de alcanzar la acera de enfrente volví a mirar hacia la ventana y  estaba vacía. El no estaba ya en ella.
En ese momento la puerta de la casa se abrió y en el umbral apareció la mejor sonrisa que me hayan dedicado en toda mi vida. Aceleré mis pasos para llegar a mi metal lo antes posible, que no eran más que sus brazos. Nos dimos un beso inocente en los labios mientras nos uníamos en un  fuerte abrazo.  Me sentí segura de nuevo entre sus brazos. Me atrapaba y pegaba contra su cuerpo con tanta fuerza que casi me impedía respirar. Pero no me importó. Adoraba sus besos, adoraba sus abrazos, y me di cuenta que adoraba la vida junto a él.  Me aferré a él para disfrutar del abrazo sin hablar, sin decirnos nada. Escuchando solo nuestras respiraciones con mi cabeza apoyada en su pecho desnudo. Nos miramos y acercándonos nos volvimos a besar en los labios. Se separó un poco de mí y su mano comenzó a acariciar mi pelo.
- ¿Te quedas? su voz sonó suplicante, casi con miedo a la respuesta. Vi la ansiedad en sus ojos y en el gesto de su boca.
- No - dije bajando la mirada y acompañando la negación con un gesto de mi cabeza - no puedo hacerlo, esto es muy importante para mí, pero podemos intentar seguir adelante. Podemos intentar...
- Sí podemos hacerlo - me interrumpió cogiéndome la barbilla y depositando un dulce beso en mis labios.
Sonreí tranquila.
- Al fin y al cabo hay aviones que en unas horas nos desplazan de un lado a otro. 
- Si que los hay - susurró mientras su boca acariciaba mi cuello.
- Podemos organizarnos para vernos los fines de semana - Yo intentaba seguir con  mi  discurso de auto convencimiento de que todo iba a salir bien,   pero mi voz tembló al notar cómo me mordía el lóbulo de la oreja. 
- ¿Y me dejarás acompañarte al aeropuerto a despedirte? - una sonrisa picaruela e inocente apareció en su rostro.
- Lloraré. 
- Y yo beberé tus lágrimas con mis besos, hasta que no te quede una en este rostro - acompañó las palabras con una caricia con el dorso de su mano por toda mi mejilla.
Nos abrazamos otra vez y volvimos a besarnos en los labios, esta vez con mucha más ansia. Su boca se abrió dejando paso a su lengua que buscó la mía con celeridad y fiereza, explorando cada rincón de mi boca  y haciéndome vibrar entre sus brazos. Nos separamos unos centímetros con la respiración agitada y ahora fuí yo la que me lancé sobre su boca y la que se enzarzó en una pelea gloriosa con su lengua. Gruñó contra mi lengua mientras su mano derecha se enredó en mi pelo,  apretándome la cabeza contra su boca y la izquierda se apoderó de mi nalga y me apretó contra él. La poca ropa que llevaba encima no pueden disimular lo que era más que evidente.
En un rápido y entrenado gesto bajó la cremallera lateral de mi vestido y deslizó los tirantes por mis brazos haciendo que cayera entero al suelo entre nosotros. Con una patada lo apartó y me cogió entre sus brazos, elevándome el cuerpo pero también el alma y me aprisionó contra la pared más cercana volviéndome a besar con desesperación.  Yo no pude más que responder a ese beso con la misma urgencia y desesperación. Pasé mis piernas alrededor de su cintura para sujetarme y encontrar la estabilidad que preveía iba a necesitar. Noté su dedo acariciándome por encima del encaje de mis bragas. Gemí y apreté mis manos contra sus musculados hombros.   Eché todo lo que pude mi cabeza hacia atrás hasta chocar contra la pared, momento que aprovecho él para  devorarme un pecho.  Su lengua paseo por  encima del pezón sin apartar la suave  tela que lo recubría y que quedó empapada por su saliva.  Mi piel se estremeció y se erizó como si me hubiera dado un escalofrío. Deslizo los tirantes del sujetador por mis brazos sacando los pechos de las copas y  facilitándole el acceso a mi pezón, invitación que fue inmediatamente aceptada.  Lo lamió de nuevo y lo rodeó con su lengua casi sin rozarlo. Inmediatamente sentí sus dientes sobre él mordiéndolo, tirando de él. Agradecí estar apoyada contra la pared porque creí que de ser de otra manera, mis rodillas hubieran flaqueado y me hubiese caído. ¿Podía haber algo más placentero? Sí lo había y él me lo iba a demostrar.
Me apartó las  bragas casi con violencia y hundió un dedo en mi vagina. Dejé escapar un gemido mientras comenzaba a mover su dedo en mi interior. Una vez, dos, tres. Jadeo y arqueo mi cuerpo en busca de un contacto total. Mi clítoris  requiere ahora toda su atención y yo me retuerzo y clavo mis uñas en sus brazos. Se separa un poco de mi dejándome casi en el aire y baja su boxer hasta la altura de sus muslos dejando al descubierto su erección. Con las caderas me aprisionó contra la pared, me colocó para facilitar su entrada y sin más preámbulos me penetró con fuerza. Arqueé mi cuerpo para recibirlo por completo y cada empujón iba acompañado de un gemido mío y de un gruñido suyo.  Le besé el cuello, le mordisquee la oreja, le pasé la lengua por toda su mandíbula rascándome con su incipiente barba y llegué a su boca exigiendo que me besara y que me llenara con su lengua de la misma forma que me estaba llenando con su pene. Los empujones cada vez eran más rápidos, notaba como me llenaba completamente y como mi cuerpo empezaba a dejarse llevar sin poder ponerle freno. Una embestida salvaje me arrancó un grito. Otra más hizo que mi cuerpo comenzara a estremecerse. Con la tercera un orgasmo  demoledor sacudió mi cuerpo haciéndome explotar completamente mientras  gritaba su nombre, apretaba mis muslos contra su cintura hasta casi hacerme daño y  me dejaba casi inerte entre sus brazos mientras él seguía bombeando dentro de mí. No demoró mucho su orgasmo. En dos embestidas más se corrió dentro de mí mientras de su boca escapaba un gruñido. Quedó apoyado contra mi pecho mientras yo acariciaba su pelo intentando que nuestras agitadas respiraciones se relajaran. Pasados unos minutos en los que logramos contralar nuestras emociones, alzó su cabeza y me besó dulcemente en los labios. Me bajó al suelo y siguió regalándome pequeños besos por toda mi cara.
- ¿A que hora sale tu vuelo?
- En seis horas.
- ummm, todavía tenemos tiempo - susurró sensualmente a la vera de mi cuello.
- No, tengo que irme a casa - mi voz sonó segura.  Si dejaba que siguiera con sus planes era muy probable que perdiese el avión.
- Está bien. ¿Me dejarás acompañarte?
- Sí.
Y así fue como una sonrisa detrás de un cristal cambió todo lo que tenía previsto para hoy y,  quien sabe, si para el resto de mi vida