21 de marzo de 2017

Kilómetro cero - Dulce Merce




Todos los que nos declaramos lectores pedimos  nuevas historias, nuevos escenarios, nuevas tramas que nos enganchen a la lectura de un libro. Las estanterías de las librerías y de las secciones de libros de los grandes almacenes están llenas de historias repetitivas, monotemáticas, sin ningún ápice de tensión en la trama que hace que se desarrolle en una lectura plana y sin ningún tipo de emoción.
Y muy de vez en cuando llega a tus manos una lectura que rompe con todo eso. 
En kilómetro cero la historia comienza por el final. El final de una relación debido a la monotonía del día a día, de dar por hecho los  sentimientos sin ver la necesidad de pararse, mirar a la pareja a los ojos y vaciar todo lo que tenemos dentro. Lo bueno y lo malo. Lo que nos gusta, nos enamora y nos pone cara de pipiolo constantemente y también de todo lo que no nos gusta, de todas las incertidumbres y dudas que podamos tener y sobre todo de los miedos y peligros que veamos que puedan acechar a la relación. Y yo sé que es fácil decirlo pero es verdad que lo complicado es llevarlo a cabo y realizar ese exorcismo que nos libere de todos los miedos e inquietudes. Lo fácil es dejarse llevar por las situaciones y esperar que se arreglen solas.  Es lo fácil pero también es lo más peligroso.
Y esto es exactamente lo que les pasa a nuestros protagonistas, a Daniel y Julia.  A través del relato de Daniel (otra novedad, porque normalmente la narradora es la parte femenina) nos vamos adentrando en la relación que tuvo, tiene y tendrá con Julia. En el vacío y soledad que deja el desamor cuando de verdad se ama y en la lucha para recuperar lo perdido cuando te das cuenta que lo que tenías era lo que realmente merecía la pena y sin ello el motor de tu vida se encuentra gripado.
Todo ello mezclado con las historias diarias del taxi que conduce y nos conduce a su vez por historias paralelas que hacen ver las situaciones desde varias perspectivas al mismo tiempo.
La narración se hace muy amena debido a todos estos protagonistas que se mezclan en el asiento del taxi mientras recorremos las calles de un Madrid que me encanta y en el cual cada vez me encuentro menos visitante las veces que voy.  Además es tan realista que cualquiera puede verse perfectamente reflejado en uno de los pasajeros o de los propios protagonistas. Los personajes van pasando dejando todos ellos algún mensaje, un granito de arena que hace que la historia fluya hasta un final lógico y con los tiempos perfectamente sincronizados. Sin prisas, sin finales rápidos pero tampoco sin dar vueltas a la misma historia una y otra vez con el único objetivo de alargar la historia y hacer un libro más voluminoso como si la calidad estuviera en el número de hojas y no en su contenido.

Gran Vía
Esta novela es el claro ejemplo que no hacen falta millonarios, guapos veinteañeros con pasados oscuros, biceps marcados ni escenas de sexo explícito cada dos páginas para que un libro sea redondo. Nos vale con una historia trabajada en la que los protagonistas tienen los mismo problemas que nosotros, que sufren y sienten como nosotros y que sus únicas metas es ser felices con lo que tienen.  El amor, el trabajo, pagar la hipoteca, el orgullo, los celos y los miedos son problemas con los que todos lidiamos en el día a día. Y nuestros protagonistas hacen un master de ellos.

Realmente es un gustazo leer de vez en cuando historias con gente con la que te podrías cruzar por la calle y no llamarían tu atención pero que sienten y sufren por lo mismo que tú.
Gracias por este ratito de normalidad.

16 de marzo de 2017

De madres e hijas





Y llegó el día que comienza a volar sola.  Tú la acompañarás como has hecho desde que nació. Tú que llegaste a casa unos meses antes que ella y la esperaste paciente en una esquina de su serón. Vigilaste su sueño hasta que ella tuvo la suficiente fuerza para agarrarte con sus manos y  llevarte con ella. Desde entonces habéis sido inseparables.  Un día ella decidió que ya era hora de darte nombre porque lo de llamarte "perrín" era muy poco amigable para tí que eras uno más de la familia. Y como una verdadera princesa  su perro  se llamó igual que el perro de Cenicienta.  No podía ser de otra forma.  Y pasaste a llamarte Bruno. 


Bruno
 
Habéis viajado juntos a todos y cada uno de los lugares a los que hemos ido. Habéis compartido sueños, varicelas, toses y mocos. Y claro, algún que otro disgusto también. Te ha utilizado de tranquilizante cuando algo ha molestado o modificado su sueño.  Y ahora, como no podía ser de otra forma, volarás con ella a París. 


¡Qué maravilla de viaje!. ¿Quién no ha soñado con irse de viaje con amigas a un sitio así? Toda una experiencia que espero que aproveche y disfrute como solo se pueden disfrutar estas oportunidades, al 100%.  Afortunado tú que puedes ir en la maleta. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo. Esconderme dentro de su maleta e irme allá donde vaya ella. Ojalá pudiera verla dormir como vas a hacer tú durante estos días. Ojalá fuera a mí a quien abrazara mientras sueña con lo que quiera dios que sueñe.  Pero no va a ser así. Yo me quedo echándola infinitamente de menos y tú la acompañas a esta nueva aventura. La primera en solitario.  Si no significaras tanto para ella ten por seguro que te odiaría por poder compartir con ella lo que para mí está vetado. Dejo en tus manos (o en tus patas) la tranquilidad de lo que más quiero. Cuídala como has hecho en estos 14 años y devuélvemela con una sonrisa de oreja a oreja y hablando por los codos contándonos todo lo que vio y visitó.  Abrázala para que no nos eche de menos. Y aprovecha tu tiempo con ella. Inexorablemente llegará el día que tú también te quedes en casa como lo hago yo ahora viendo como se aleja. Y te entristecerás como lo estoy  yo ahora. Sé que debería estar contenta y alegre por ella y porque será un viaje que seguro nunca olvidará, pero no puedo evitar sentir que poco a poco se aleja de mi lado. Y eso duele.  ¿Es egoísta? Seguramente si, pero me da igual. Soy totalmente egoísta en lo que a mi hija se refiere. La quisiera conmigo todo el tiempo, que siempre tuviera la necesidad de mis conversaciones, mis abrazos y mis besos. Y que no creciera. De hecho creo que ya ha crecido demasiado. La quiero de mi mano paseando y exigiéndome el beso de buenas noches. Quiero que me pregunte cuando tiene una duda de lo que sea y me siga mirando con esa cara de "jo, mamá lo sabe todo". La quiero conmigo. Pero ello es imposible. A este viaje seguirán (ojalá) muchos otros. Y llegarán las salidas nocturnas (no lo quiero ni pensar) y tu seguramente la seguirás esperando sentado en su cama. Pero también llegará la primera noche que no duerma en casa y los primeros novios (esto el que no lo quiere ni pensar es el padre). Y seguiremos estando ahí pero tendremos que verlo desde lejos y aunque el hilo rojo de la vida nunca se nos rompa cada vez tendremos más metros de hilo entre nosotras. Dicen que es ley de vida. 
¿Tú lo entiendes?
Yo tampoco.