Todos los que nos declaramos
lectores pedimos nuevas historias, nuevos escenarios, nuevas
tramas que nos enganchen a la lectura de un libro. Las estanterías
de las librerías y de las secciones de libros de los grandes
almacenes están llenas de historias repetitivas, monotemáticas, sin
ningún ápice de tensión en la trama que hace que se desarrolle en
una lectura plana y sin ningún tipo de emoción.
Y muy de vez en cuando llega
a tus manos una lectura que rompe con todo eso.
En kilómetro cero la
historia comienza por el final. El final de una relación debido a la
monotonía del día a día, de dar por hecho los sentimientos
sin ver la necesidad de pararse, mirar a la pareja a los ojos y
vaciar todo lo que tenemos dentro. Lo bueno y lo malo. Lo que nos
gusta, nos enamora y nos pone cara de pipiolo constantemente y
también de todo lo que no nos gusta, de todas las incertidumbres y
dudas que podamos tener y sobre todo de los miedos y peligros que
veamos que puedan acechar a la relación. Y yo sé que es fácil
decirlo pero es verdad que lo complicado es llevarlo a cabo y
realizar ese exorcismo que nos libere de todos los miedos e
inquietudes. Lo fácil es dejarse llevar por las situaciones y
esperar que se arreglen solas. Es lo fácil pero también es lo
más peligroso.
Y esto es exactamente lo que
les pasa a nuestros protagonistas, a Daniel y Julia. A través
del relato de Daniel (otra novedad, porque normalmente la narradora
es la parte femenina) nos vamos adentrando en la relación que tuvo,
tiene y tendrá con Julia. En el vacío y soledad que deja el desamor
cuando de verdad se ama y en la lucha para recuperar lo perdido
cuando te das cuenta que lo que tenías era lo que realmente merecía
la pena y sin ello el motor de tu vida se encuentra gripado.
Todo
ello mezclado con las historias diarias del taxi que conduce y nos
conduce a su vez por historias paralelas que hacen ver las
situaciones desde varias perspectivas al mismo tiempo.
La narración se hace muy
amena debido a todos estos protagonistas que se mezclan en el asiento
del taxi mientras recorremos las calles de un Madrid que me encanta y
en el cual cada vez me encuentro menos visitante las veces que voy.
Además es tan realista que cualquiera puede verse perfectamente
reflejado en uno de los pasajeros o de los propios protagonistas. Los
personajes van pasando dejando todos ellos algún mensaje, un granito
de arena que hace que la historia fluya hasta un final lógico y con
los tiempos perfectamente sincronizados. Sin prisas, sin finales
rápidos pero tampoco sin dar vueltas a la misma historia una y otra
vez con el único objetivo de alargar la historia y hacer un libro
más voluminoso como si la calidad estuviera en el número de hojas y
no en su contenido.
Gran Vía |
Esta novela es el claro
ejemplo que no hacen falta millonarios, guapos veinteañeros con
pasados oscuros, biceps marcados ni escenas de sexo explícito
cada dos páginas para que un libro sea redondo. Nos vale con una
historia trabajada en la que los protagonistas tienen los mismo
problemas que nosotros, que sufren y sienten como nosotros y que sus
únicas metas es ser felices con lo que tienen. El amor, el
trabajo, pagar la hipoteca, el orgullo, los celos y los miedos son
problemas con los que todos lidiamos en el día a día. Y nuestros
protagonistas hacen un master de ellos.
Realmente es un gustazo leer
de vez en cuando historias con gente con la que te podrías cruzar
por la calle y no llamarían tu atención pero que sienten y sufren
por lo mismo que tú.
Gracias por este ratito de
normalidad.
Bravo, una reseña a la altura del libro.
ResponderEliminarUn gustazo leerte, y yo también aplaudo la originalidad en la narración de esta historia, a mí también me gustó muchísimo.
Besoides, bonita.